La Escasez de Agua en Texas Amenaza el Milagro Económico del Estado
AGENCIAS
La economía de Texas ha experimentado un crecimiento impresionante en la última década, impulsado principalmente por la industria energética, que ha representado un pilar fundamental para el desarrollo del estado. Sin embargo, la escasez de agua, exacerbada por el cambio climático, pone en riesgo este «milagro económico» y amenaza con tener consecuencias devastadoras en sectores clave como la agricultura, la generación de energía y la producción de hidrocarburos.
En los últimos 10 años, la economía de Texas creció un 63%, gracias en gran parte a la explotación de las vastas reservas de hidrocarburos del estado. Texas produce cerca del 42% del crudo y el 27% del gas natural de todo Estados Unidos, y gran parte de esta producción se realiza mediante el controversial fracking, un proceso que requiere grandes cantidades de agua. Esta industria no es la única que depende del recurso: los servicios públicos, los cultivos agrícolas y el abastecimiento de agua a los hogares también lo necesitan. Sin embargo, la sequía, que afecta a la región desde hace varias décadas, está empeorando, y la disponibilidad de agua se ha convertido en un tema de creciente preocupación.
En el sureste del estado, en el Valle del Río Grande, la situación es especialmente grave. En febrero de este año, la última azucarera de Texas cerró debido a la falta de agua, y los cultivos de cítricos, en los que el estado ocupa el tercer lugar en producción a nivel nacional, también se ven amenazados. Los embalses del estado, como los de Falcon y Amistad, que abastecen de agua a millones de personas, se encuentran a niveles históricamente bajos. Este verano, ambos embalses estuvieron a solo un 13% y un 25% de su capacidad total, respectivamente.
Aunque las lluvias fuertes podrían llenar temporalmente estos embalses, las condiciones de sequía en la región provocan que se vacíen rápidamente. Además, se prevé que el cambio climático empeore la situación, con temperaturas más altas y alteraciones en los patrones de precipitación que agravarían la escasez de agua en el sureste de Estados Unidos. Mientras que las sequías de la década de 1950 fueron causadas principalmente por la falta de lluvias, el cambio climático ha incrementado las temperaturas, lo que provoca que la evaporación de los recursos hídricos sea mucho más rápida.
Este panorama ha llevado a una revisión del tratado bilateral entre Estados Unidos y México sobre el uso del agua del Río Bravo. En noviembre, se actualizó el acuerdo, permitiendo que México utilice fuentes alternativas de agua o de los embalses compartidos, lo que busca aliviar la escasez en Texas. Sin embargo, la implementación de este nuevo acuerdo ha generado tensiones. Aunque se permitió que México transfiera agua de los embalses a Texas, algunos agricultores del estado se han mostrado cautelosos, temerosos de que el suministro de agua se vea comprometido para las futuras temporadas agrícolas.
La situación en el Valle del Río Grande es un caso particular debido a la relación internacional, pero refleja un problema más amplio en todo el estado. Un informe reciente del Centro de Estudios de Energía de la Universidad Rice, comisionado por la organización Texas 2036, ha revelado las consecuencias potenciales de la falta de acción ante la crisis hídrica. Según el estudio, si una sequía similar a la de la década de 1950 ocurriera en 2030, Texas podría perder hasta 160 mil millones de dólares anuales en su PIB, más de 800 mil empleos y un éxodo de cientos de miles de personas.
Además, el informe advierte que los problemas hídricos de Texas podrían agravarse debido al deterioro de las infraestructuras. Si no se realizan inversiones en la modernización de los sistemas de agua y de aguas residuales, el estado podría enfrentar pérdidas económicas por casi 320 mil millones de dólares, lo que equivaldría a dos años del presupuesto estatal. En los próximos 50 años, Texas necesitaría invertir miles de millones de dólares para garantizar un suministro adecuado de agua, reparar infraestructuras existentes y adaptarse a los cambios climáticos que ya están afectando la región.
Con la llegada de una nueva administración en Washington, el futuro de Texas dependerá de su capacidad para abordar la crisis hídrica y garantizar la sostenibilidad de sus recursos naturales. La situación actual, que ya amenaza sectores clave de su economía, podría servir como una advertencia sobre los riesgos que enfrenta el modelo económico energético impulsado por el estado, basado en la explotación de hidrocarburos y el uso intensivo del agua.