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Cultura Por Raul Gutiérrez

Los misterios del Manneken Pis

La estatuilla se está sometiendo a análisis exhaustivos para verificar su autenticidad

La figura del niño que está en la calle, atractivo de miles de turistas, es una réplica

Uno de los símbolos de Bruselas (Bélgica) por excelencia, el Manneken Pis, está a punto de desvanecerse. Hace apenas unas semanas, una investigadora de la Universidad Libre de Bruselas, Géraldine Patigny, consiguió enviar a la ahora supuesta estatuilla del artista Jerome Du Quesnoy l´Ancien de 1619 —que en contra de lo que muchos piensan, no está en la calle sino que duerme en una vitrina del Museo de la Ciudad— al escáner para determinar su autenticidad. «El Manneken Pis está rodeado de leyenda», abre la conversación la investigadora.

«Hay muchísima información contradictoria en los archivos, en los periódicos de diferentes épocas, en las historias. No está nada claro que la estatua sea la original de Quesnoy”, explica desde su despacho en el Instituto Real de Patrimonio Artístico, donde ejerce como profesora. Patigny, que muestra una enorme carpeta de documentos sobre el niño meón con cierto orgullo, comenzó a sospechar hace un tiempo, explica con pasión y un perfecto inglés a pesar de ser francófona —y valona— al 100%, sobre la auténtica autoría de la obra, esculpida en bronce. “Lo más importante es determinar si contiene níquel”, sostiene rotundamente.

El Manneken Pis —junto con el Atomium, un átomo gigante de la Expo de Bruselas de 1958— es la insignia de la capital. Existen joyas, fuentes, cervezas, chocolates, caramelos y por supuesto llaveros con su figura. Para no levantar revuelo ante la farsa que se cierne sobre la estatuilla de apenas 60 centímetros de altura, un miembro del equipo de investigación de Patigny tuvo que llevar el pasado junio la máquina portátil de rayos X y fluorescentes al tercer piso del museo, donde está la estatua junto a un ropero que guarda unos 400 trajes regionales de todo el mundo, y proceder a su análisis. “Era lunes, claro. Es el día en el que el museo está cerrado al público”, recuerda la directora del estudio.

Cuatro siglos de robos

  1. D. C (Bruselas)

Este 2015 no ha habido un robo, pero la autenticidad del Manneken Pis, sin embargo, está en jaque, lo que significa que la original, podría estar en cualquier parte.

El Manneken Pis lleva cuatro siglos siendo objeto de deseo entre el público más variopinto. Aun cuando su valor es incierto. «¡Es un bien nacional. Todo un símbolo!», exclama la investigadora que ha puesto en duda su autenticidad, Géraldine Patigny.

La estatuilla de 1619, que apenas levanta medio metro, fue sustraída por primera vez por unos soldados ingleses en 1745. «Por suerte lo encontraron», señala la investigadora. Más tarde, aunque no se sabe el dato con exactitud, fueron militares franceses los que perpetraron el robo. También se encontró y se repuso en la misma esquina.

Una de las leyendas cuenta que el Manneken Pis se convirtió en un símbolo de identidad frente a Luis XIV de Francia. Más tarde, con las dos guerras mundiales, el niño meón fue casi adorado por su fama de protector.

En 1817, fue un convicto el que robó la estatuilla. Pasaron poco más de cien años de calma hasta que en 1965 unos estudiantes la volvieron a robar. Las autoridades tardaron tan solo un año en encontrarla sumergida en el canal que comunica la capital belga con la localidad de Charleroi, al sur del país. Estaba partida en dos.

Efectivamente una cicatriz por debajo de ambas rodillas así lo confirma en la estatua —original o no— que reposa ahora en el Museo de la Ciudad.

Los resultados se sabrán en dos semanas aproximadamente, pero lo único que determinarán es la existencia o no de este elemento químico. “Si hay [níquel] quiere decir que la estatua es posterior al siglo XIX. Es decir, no se trataría de la original y fin del misterio”, bromea la investigadora. De lo contrario, habría que hacer un segundo análisis más exhaustivo extrayendo muestras microscópicas de la estatua de bronce para analizarlas en un laboratorio especial en la Universidad Libre de Bruselas. “La restauración de los huecos que dejen la toma de las muestras correría de mi bolsillo”, lamenta Patigny, que no goza de ninguna beca o subvención para esta investigación a pesar de que tiene un propósito científico. «Lo estoy pagando todo con mi sueldo como parte de mi tesis doctoral [sobre la obra de Jerome Du Quesnoy]».

El artista Jerome Du Quesnoy l´Ancien (1575-1650) fue contemporáneo de los pintores Peter Paul Rubens —del que se dice que recibió mucha influencia— y Anton Van Dyck, que se llevaron toda la fama pues «en aquella época la pintura lo nublaba todo», explica Patigny. A pesar de eso, Quesnoy l´Ancien era uno de los escultores más famosos del siglo XVII en Bélgica. “Él esculpió el Manneken Pis en 1619 copiando a otra estatua de piedra de 1452 que se rompió y desapareció”, explica la investigadora.

Hace casi cuatro siglos, los vecinos de esta zona no tenían agua corriente en sus casas y por eso iban a una fuente en su búsqueda, la fuente del Manneken Pis en la esquina de la Rue du Chéne con Rue de L´Etuve, en pleno centro de Bruselas. Hoy, en el mismo punto, se agolpan los turistas que, sin un motivo específico, se hacen fotos frente el niño. “¿Por qué será esto tan importante?” se escucha comentar a un grupo de argentinas que están este verano de viaje por Europa. La figura del niño con los brazos en jarra mientras orina deja tanta huella que en 1987 le salió competencia: la Jeanneken Pis. La versión femenina, con dos coletas de niña, orina sonriente en un lugar más privado: tras unas rejas al fondo del callejón de la Fidélité. Diez años más tarde se esculpió el Zinneke Pis, esta vez un perro que orina sobre un bolardo del popular barrio de Sainte Catherine.

El joven Manneken Pis, que en realidad debería tener 396 años, fue sustraído por última vez en 1965, cuando unos estudiantes lo robaron de su sitio original, la fuente. Un año más tarde lo encontraron sumergido en el canal, entre Bruselas y Charleroi (al sur de Bélgica) partido por la mitad. “Si te fijas bien, tiene un línea justo por debajo de la rodilla”, señala la investigadora.

En 2003 se terminó su restauración y desde entonces reposa en el Museo de la Ciudad de Bruselas como atractivo especial. Mientras tanto, las autoridades, por temor a que una vez más alguien robara su símbolo, instalaron una réplica en la calle en su esquina original. “No creo que importe demasiado su autenticidad o no”, confiesa la investigadora. “¡El Manneken Pis es todo un símbolo!”, exclama con una calma impasible incluso si el Manneken Pis no fuera el original. «No es un problema, ya es un bien inmaterial».

La estatuilla no solo es famosa en el mundo, sino que está por el mundo. Es costumbre que cuando las autoridades de una localidad, región o nación visita la capital belga, el Ayuntamiento les obsequie con el recuerdo del niño meón. De esta forma, ha llegado hasta las esquinas más remotas de Estados Unidos, Japón, Nueva Zelanda, España…

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