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Cultura Por Raul Gutiérrez

Las tonalidades del arte mexica llegan al Palacio de Bellas Artes

La reproducción de seis esculturas mexicas pintadas con los mismos pigmentos que obtuvieron los antiguos pobladores de México a partir de minerales y materiales orgánicos, será expuesta el próximo 10 de octubre en el Museo Palacio de Bellas Artes, a propósito de la muestra El color de los dioses. Policromía en la antigüedad grecorromana y Mesoamérica. La reproducción de las esculturas halladas en Templo Mayor y a exhibirse, serán: Tlaltecuhtli, Coyolxauhqui, Chac Mool, dos cabezas de serpiente y el llamado portaestandarte B.

El objetivo de la exposición hecha en colaboración con el  Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo Städel y el Liebieghaus Skulpturensammlung de Frankfurt am Main, es mostrar cuáles fueron los colores que griegos, romanos y mesoamericanos usaron para pintar sus esculturas, y cuál fue el significado de esos pigmentos.

“La idea es mostrar al público que todo (en Templo Mayor) estaba lleno de color, no sólo por cuestiones estéticas sino porque todo tenía simbolismos. La gran mayoría de objetos recuperados en esta zona, aunque ya no conserven su color, seguramente lo tuvieron e incluso en otras culturas como las clásicas sucedió lo mismo. Estamos acostumbrados a ver los vestigios color piedra o cerámica y no sabemos que todo fue colorido”, precisa el arqueólogo Fernando Carrizosa.

Para ello, comenta, se dieron a la tarea de identificar mediante un pantone los mismos colores de la gama cromática que se usó en Templo Mayor desde finales de 1300  hasta 1521, tanto en pintura mural como en esculturas: negro, blanco, amarillo ocre, azul y rojo.

“Durante 20 años de estar trabajando con la pintura mural y esculturas, podemos saber que los mexicas usaron cinco colores y que los pigmentos eran de dos tipos: de origen mineral y orgánicos. Los minerales son: rojo obtenido a partir de hematita, el ocre obtenido de la goethita y el azul de la paligorska que se mezcló con la arcilla de una planta que se conoce como añil.  El blanco se obtuvo de calcita y el negro a partir del carbón”, indica la arquitecta Michelle De Anda.

Para pintar las seis reproducciones que se exhibirán en Bellas Artes, agrega, tuvieron que obtener los colores exactos y aplicarlos a las réplicas hechas por el escultor Pedro Dávalos, a excepción de la Tlatecuhtli, la cual fue esculpida a partir de una impresión 3D.

“Se hizo un registro previo del color de cada una de las esculturas y aunque en Templo Mayor hay muchos objetos con policromías, para la muestra participaremos con las esculturas principales: Coyolxauhqui, Tlaltecuhtli, el llamado portaestandarte B, dos cabezas de serpiente halladas en la plataforma IVB y un Chac Mool. También llevaremos cetros de madera con pigmento encontrados en una ofrenda en Templo Mayor, así como piezas de cerámica”.

Sobre las reproducciones, Fernando Carrizosa detalla que aunque no tuvieron el privilegio de conocer al escultor Pedro Dávalos, él hizo moldes a escala en fibra de vidrio, es decir, midió perfectamente cada una de los monolitos originales para crear una reproducción exacta.

RUTA DEL COLOR. El arqueólogo Carrizosa señala que para adherir los pigmentos a las esculturas y pinturas murales, los mexicas utilizaron mucílago de orquídea, sustancia que funcionó como una especie de pegamento y que antes de pintar con los colores definitivos, los mexicas usaron una capa de preparación hecha de estuco blanco a la que le aplicaban los pigmentos.

“Tanto en la escultura como en pintura mural, era común que se usara una base preparación que consistía en aplicar una capa, a veces delgada y a veces gruesa, de estuco blanco sobre la cual aplicaban los colores”, platica.

Pero en ocasiones, agrega, los pigmentos se aplicaban sobre los aplanados de tierra o directamente sobre la piedra. “Entonces como los edificios y esculturas estaban en constante uso, le daban su remoción, es decir, las reutilizaban y volvían a pintar encima de los colores y diseños. Sin embargo, esa práctica no implicaba un cambio de iconografía ni de los cinco colores mexicas”.

—¿De dónde obtenían los minerales de los pigmentos?

—Los informantes de Bernardo de Sahagún comentan que el ocre era tributado por una provincia de Guerrero, la calcita provenía de Hidalgo, pero sobre el azul hay varias hipótesis porque es proveniente de zonas mayas, entonces no se sabe si se traía el producto terminado o si a Templo Mayor llegaba la materia prima y ahí había un taller de manufactura.

“El rojo venía de la Cuenca de México y era abundante y por lo tanto menos costoso; finalmente con el negro no había problema porque era carbón”, responde.

—¿Cómo los mexicas decidían el color de los ornamentos y de los demás elementos?

—En la iconografía están muy claros ciertos elementos, casi todos los objetos de concha como pendientes de caracoles u orejeras de concha, son blancos, entonces en la escultura son blancos. En el caso de la Tlaltecuh­tli, en el faldellín tiene unos pendientes de caracoles oliva y están pitados de color blanco. Los flujos de sangre o los tejidos iban de color rojo, la piel de la Coyolxauhqui y Tlaltecuhtli son ocre. El cabello por lo general lo pintaban de negro.

Al respecto Michelle De Anda, añade que no sólo se representaba la materialidad de los objetos, también el color obedecía a los atavíos de deidades y elementos con referencias propias de los dioses, entonces los pigmentos servían para la identificación de personajes. Por ejemplo, el rojo y azul son elementos simbólicos asociados a Tláloc y Huitzilopochtli.

 

El color de los dioses. Policromía en la antigüedad grecorromana y Mesoamérica se inaugurará el 10 de octubre a las 19:30 hrs en las salas Nacional y Diego Rivera del Museo Palacio de Bellas Artes.

Las tonalidades del arte mexica llegan al Palacio de Bellas Artes