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Nacional Por Raul Gutiérrez

El día en que una estrella pop puso en aprietos a un político mexicano

Cada vez se tiene más la certeza de que esas estadísticas que ponen a México como una potencia en la manufactura de autos y producción de aguacates no son nada en comparación con la gran cantidad de guiones de telenovela que surgen a diario como casos de la vida real. En eso no hay duda, no hay quien se nos ponga enfrente.

Cuando no es una casa comprada por la esposa del presidente con el sudor de su frente, es una actriz involucrada con un capo de la mafia; pero como los récords están hechos para romperse, alguien tenía que sacar una historia donde un político se viera en el ojo del huracán con una estrella pop de por medio y por qué no, ya de una vez un jefe de Estado que además es también Papa.

Improbable, pero pasó. Es por eso que Silvano Aureoles Conejo, el gobernador de Michoacán, ese lugar conocido de forma internacional como Carteland, está que no se aguanta con las críticas y cuestionamientos sobre el uso de recursos públicos para mantener la seguridad de una princesa, todo durante la pasada visita del Papa Francisco a México, y más en específico, a la entidad que administra.

Todo empezó por una simple foto (y la maldita manía de publicarla) donde se aprecia a la Belinda, una cantante amante del exhibicionismo moderno en su modalidad del selfie, descendiendo de un helicóptero oficial  que a juzgar por fechas y atuendos, fue el mismo día en que el pontífice recibió una dosis de cursilería y espectáculo kitsch desde que amaneció y hasta que el sol se puso.

A partir de ahí se levantó una ola de críticas hacia Silvano Aureoles para que explicara por qué ese trato preferencial siendo que una gran cantidad de su población no goza de esos privilegios, tanto así, que prefieren emigrar (a pie, no en helicóptero) a Estados Unidos.

Lo curioso del caso es que por días el gobernador prefirió darle la vuelta al tema y esquivar los dardos que lo señalaban, hasta que le cedió la palabra a su vocera oficial, es decir, a Belinda, quien en tono fresa ‘aclaró’ que a ella ni le pagaron nada y se desplazó por sus propios medios para ver al Papa, además de que no fue la única en treparse a la aeronave, misma que estaba ahí no por su presencia, sino por cuestiones de seguridad (del Papa, pensamos).

En otras palabras, ella es tan, pero tan etérea (por sus fotos podemos aventurar que está a un grado de serlo) que flota por ella misma y que el viaje en helicóptero fue pura casualidad, una casualidad de escasos dos minutos donde vio burro y agarró viaje.

El día en que una estrella pop puso en aprietos a un político mexicano